Del visionado de los documentales: “Voces contra la Globalización: Otro Mundo es Posible, Capítulo: Los Amos del Mundo”, “Al Jazeera: la voz del mundo árabe” y la película “El dilema”, se obtiene una clara conclusión. Esta idea principal, que se desarrolla en los siguientes párrafos, se resume en la siguiente argumentación: con el desarrollo del neoliberalismo y el capitalismo, los sistemas democráticos de gobierno de los Estados se han convertido en un instrumento y una mercancía más al servicio y que funciona en virtud del sistema económico y financiero.
Los gobiernos contemporáneos no son el reflejo del sentir y la voluntad del pueblo, sino que se vertebran en función de los intereses económicos de cada momento y de las necesidades del momento. Como consecuencia lógica de la manipulación y poca legitimidad democrática real que tienen los actuales gobiernos, los medios de comunicación, y con ellos los mecanismos de creación de la opinión pública, también se encuentran manipulados y desarrollan su función social en función de los intereses de la economía y de las grandes empresas.
Debido a esto, en los medios de comunicación sólo se exponen aquellas realidades que giran en torno a los intereses presentes y futuros de los grandes titanes de la economía. Por ello, es habitual que en la llamada sociedad global los medios de comunicación marginen y no consideren en sus mensajes aquellas opciones culturales o de vida que no comparten las multinacionales. Esto es lo que ocurre con el mundo árabe que es marginado comunicacionalmente, sólo se muestra la cara del árabe que a las estructuras de poder les conviene y no se consideran los medios árabes de comunicación como fuentes y corrientes de información, se maquilla su existencia y se evita su presencia.
En un primer momento hay que contextualizar el significado de la globalización o mundialización del sistema capitalista que es el eje central sobre el que vertebra esta reflexión.
La mundialización es un fenómeno eminentemente económico que surge a finales del siglo XIX y que se caracteriza principalmente por la gran velocidad a la que se realizan las operaciones en el sistema mundial (configurado como una red) y también por una cuestión económica que ha marcado un punto de inflexión con los conceptos económicos anteriores: la mayor parte del dinero que circula por el mundo (por la red) no produce riqueza ni puestos de trabajo sino que se utiliza y gestiona para ganar más dinero.
Pero no se puede olvidar que a pesar de ser un concepto nacido de la economía la mundialización ha pasado a determinar todos y cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos. En esta cuestión, la implantación de sistemas de gobierno democráticos y la interconexión entre los distintos Estados ha servido como mecha para propagar todos los ámbitos sociales de la dinamita de la mundialización.
La mundialización de la economía hay que encuadrarla temporalmente. A partir de 1850, tras la Segunda Revolución Industrial, en la que se consolida como fuente de energía el petróleo y la electricidad, se produce un fracaso del liberalismo tradicional, que se materializa en la Gran Depresión de 1873. La superación de esta crisis trae consigo la implantación de las bases del capitalismo actual, caracterizado por: la agudización de la competencia, el protagonismo del Estado y la profesionalización de la producción. Todo ello acompañado en el ámbito social por un considerable crecimiento económico y de la urbanización. Estos factores provocan un cambio en las costumbres y valores sociales, y en el ámbito de la política: la extensión del modelo democrático.
Todo este proceso posibilita la construcción de la Moderna Sociedad de Masas. Esta sociedad está compuesta por ciudadanos más valorados por su capacidad consumista que por su capacidad de votar.
La sociedad actual está dirigida y controlada por el sector económico: los ciudadanos no se caracterizan ni valoran por su capacidad de voto y sus derechos democráticos, sino por su capacidad económica; los gobiernos no son valorados por la defensa de los derechos fundamentales y la gestión armónica con el entorno que desarrollen de sus recursos, sino de la cercanía a los intereses de las empresas que realmente gestionan la política de cada país.
Vivimos en el imperio de las empresas transnacionales, en el imperio del capital. Esta es la era del neoliberalismo, que utiliza la cuartada del libre mercado como una estrategia para apropiarse de todo lo que le reporte poder y beneficios.
Aunque el ciudadano cuando se convoquen elecciones a la presidencia de su país crea con su voto va a elegir a un presidente con su equipo de gobierno esto no sucede así. El ciudadano, aunque no sea consciente, con su voto va a elegir a un grupo de poder económico para que determine el funcionamiento y las relaciones de su país con el resto de Estados. Más que elegir a un gobierno, la legitimidad democrática del voto del ciudadano hoy en día sirve para determinar en manos de qué gestor del poder económico se va a dejar el rumbo del país. Se pone a disposición de los intereses económicos de un grupo determinado todo el potencial y los recursos de un Estado. Ya que en la sociedad mundializada un Estado no es un conjunto poblacional con un territorio y unos recursos propios y con capacidad para gobernarse. En la sociedad de la mundialización un Estado es un elemento al servicio de los intereses económicos de los grupos de poder.
En referencia a la anterior idea se recoge en una declaración muy interesante del activista antiglobalización José Bové, en el documental “Voces contra la Globalización. Otro Mundo es posible”, en el capítulo “Los amos del mundo”: “La mundialización, que los anglosajones llaman Globalización, persigue reducir la capacidad de decisión de las poblaciones y de los individuos en cuanto a su futuro, que se decide en función de los intereses capitalistas de las empresas”.
Parece inaudito que los intereses de unos entes privados y concretos determinen el devenir de poblaciones enteras. Numéricamente las poblaciones ganarían las batallas, pero las posiciones geoestratégicas en la economía mundial es donde reside la fuerza, no en el número de entes físicos. En referente a esto, también en el documental “Los amos del mundo”, el escritor y politólogo Jean Zlegler apunta el siguiente dato: “ las 500 mayores sociedades transcontinentales privadas controlan el 52% del Producto Interior Mundial Bruto”.
La mundialización está encabezada por enormes empresas multinacionales, que se han convertido en las cuasi propietarias de enormes zonas del planeta y que no se conforman. El ansia de crecimiento de estas empresas es imparable, sus intereses son mundiales y se encuentran en constante intento de expansión por distintas zonas geográficas y áreas de negocios. Estas grandes fortunas, y los intereses de los países más desarrollados ahogarán la posibilidad de un mejor reparto en el mundo, que sería lo que más acorde estaría en función de los valores democráticos. Cualquier producto, mercancía o cuestión, por insignificante que parezca está en manos de las megaempresas, muchas de ellas con mayor potencial económica que muchas naciones del planeta.
Como se apunta en párrafos anteriores la mundialización hace que los gobiernos de las naciones estén determinados por los intereses y designios de las grandes compañías, ya no existen candidatos o partidos políticos que propugnen criterios ideológicos. En la actualidad, tras cualquier atisbo de propaganda política o ideológica hay una intencionalidad económica de las estructuras de poder. En las democracias actuales el gobierno de un país no se gestiona a base de ideología sino de intereses económicos. Como defiende Carlos Taibó, profesor de Ciencias Políticas, sería un pensamiento ingenuo pensar que las personas que encabezan formalmente los sistemas políticos tienen capacidad firma de decisión. Son las corporaciones económico-financieras las que operan en la trastienda y dictan las reglas del juego.
Es por esto que para los jefes de Estado dan tanta importancia a los indicadores bursátiles y los indicadores económicos, ya que estos datos determinarán el espacio que tienen para desarrollar las diferentes políticas en sus Estados: políticas fiscales, de empleo, de inversiones,…
Y en medio de esta historia de manipulación y control del poder por parte del poder económico se encuentran instituciones intergubernamentales que se ensalzan como la máxima vigía de los intereses democráticos y de los ciudadanos, como es el caso de la Unión Europea.
A este respecto es muy acertada la consideración del profesor Carlos Taibó, cuando afirma que para enfrentarse al estudio de la posición y el papel que juega la Unión Europea es muy importante “abandonar la distinción del modelo de capitalismo europeo, caracterizado por su condición social, y diferente del modelo americano, impregnado por la lógica de la competencia más feroz”. Esta división ya no es posible ya que durante décadas los países europeos han abrazado las políticas capitalistas americanas y ya es muy difícil diferenciarlas.
Pero a pesar de que existan instancias como la Unión Europea que supuestamente velan por los derechos de los ciudadanos comunitarios y pretende la común unión de los países miembros. Estas instituciones no han podido frenar la condena de muerte, que desde el sistema mundializado y neoliberalista en el que nos movemos, a la que se ha sentenciado a los servicios públicos. Los servicios públicos nacen con la iniciativa de proporcionar un bien o servicio al ciudadano, que se consideraba básico y por ello se le cedía con más facilidad. Pero este tipo de criterios ya no tienen cabida en el mundo de hoy y la sentencia es clara: si los servicios públicos no generan beneficios económicos, se privatizan para que sí los genere, aunque se viole la finalidad con la que nacieron, eso ya no importa.
Al mismo tiempo que existen organismos que pretenden velar por los intereses públicos y no lo logran. Existen organismos que velan por los intereses de los sectores de poder económico y sí consiguen desarrollar su tarea con bastante éxito. Es el caso del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, que son instituciones financieras que están fuera del control político democrático y que están al servicio de las grandes transnacionales. Su función es la de abrir las economías y ponerlas a punto para que las grandes empresas puedan llevar a cado sus pretensiones de poder.
Teniendo en cuenta que los organismos de gobierno, de organización social, de gestión de recursos… están puestos y existen por orden y voluntad del poder de las grandes empresas, sería ingenuo pensar que las empresas de comunicación se encuentran al margen de este baile de títeres que articulan los grupos de poder.
Los medios de comunicación son un elemento muy importante en el funcionamiento y asentamiento en el poder de los grandes conglomerados. Son el activo que les oculta aquello que no les conviene que se sepa, solapan aquello que hacen mal, condenan y desprestigian a quien quiera y cuando quieran. Los medios son una de las piezas más codiciadas en el juego de las ambiciones de poder.
Los medios están determinados por las empresas que lo sustentan. Cuando algo se antepone en los beneficios, principios o intereses de la empresa que está detrás los medios, como hijos fieles, tienen la única misión de encubrir o destruir en pro del bien de su empresa matriz. Ejemplo de esta idea es la historia narrada en la película “El Dilema”. El medio no puede ponerse en contra de la empresa matriz a la que pertenece o la empresa con la que tiene intereses, pero sí puede ponerse en contra de las personas, la moral, la profesionalidad. Cuando los intereses de la empresa están en juego nada de esto importa.
Pero la manipulación que desarrollan las grandes multinacionales en los medios de comunicación no se queda ahí. Los medios crean en la opinión pública la idea de realidad que a los poderosos le interesa que la población tenga. La población occidental no tiene una noción cierta del mundo en el que vive. Hay realidades a las que no puede acceder porque a las multinacionales no les conviene.
Es el caso de la comunicación en el mundo árabe. Como se muestra en el documental sobre Al Jazeera, hay todo un mundo árabe y de comunicación a la que gran parte del mundo no tiene acceso, ya que va en contra de los intereses de los grupos que manejan el mundo entero.
Como conclusión un pensamiento de José Saramago, premio Nobel de la Paz, que resume el espíritu de este ensayo y de los tres documentales a los que se refiere el mismo.
“Si los organismos internacionales que determinan toda la economía de un país, que hacen lo que quieren, no son democráticos. ¿Cómo podemos contentarnos, satisfacernos con esta democracia política, que sólo permite quitar un gobierno y poner otro?”
“¿Porqué los políticos no tienen la valentía de llegar ante sus conciudadanos , y confesarles que no son ellos quienes gobiernan, sino que están en forma de comisarios de los poderosos?”.
Los gobiernos contemporáneos no son el reflejo del sentir y la voluntad del pueblo, sino que se vertebran en función de los intereses económicos de cada momento y de las necesidades del momento. Como consecuencia lógica de la manipulación y poca legitimidad democrática real que tienen los actuales gobiernos, los medios de comunicación, y con ellos los mecanismos de creación de la opinión pública, también se encuentran manipulados y desarrollan su función social en función de los intereses de la economía y de las grandes empresas.
Debido a esto, en los medios de comunicación sólo se exponen aquellas realidades que giran en torno a los intereses presentes y futuros de los grandes titanes de la economía. Por ello, es habitual que en la llamada sociedad global los medios de comunicación marginen y no consideren en sus mensajes aquellas opciones culturales o de vida que no comparten las multinacionales. Esto es lo que ocurre con el mundo árabe que es marginado comunicacionalmente, sólo se muestra la cara del árabe que a las estructuras de poder les conviene y no se consideran los medios árabes de comunicación como fuentes y corrientes de información, se maquilla su existencia y se evita su presencia.
En un primer momento hay que contextualizar el significado de la globalización o mundialización del sistema capitalista que es el eje central sobre el que vertebra esta reflexión.
La mundialización es un fenómeno eminentemente económico que surge a finales del siglo XIX y que se caracteriza principalmente por la gran velocidad a la que se realizan las operaciones en el sistema mundial (configurado como una red) y también por una cuestión económica que ha marcado un punto de inflexión con los conceptos económicos anteriores: la mayor parte del dinero que circula por el mundo (por la red) no produce riqueza ni puestos de trabajo sino que se utiliza y gestiona para ganar más dinero.
Pero no se puede olvidar que a pesar de ser un concepto nacido de la economía la mundialización ha pasado a determinar todos y cada uno de los aspectos de la vida de los ciudadanos. En esta cuestión, la implantación de sistemas de gobierno democráticos y la interconexión entre los distintos Estados ha servido como mecha para propagar todos los ámbitos sociales de la dinamita de la mundialización.
La mundialización de la economía hay que encuadrarla temporalmente. A partir de 1850, tras la Segunda Revolución Industrial, en la que se consolida como fuente de energía el petróleo y la electricidad, se produce un fracaso del liberalismo tradicional, que se materializa en la Gran Depresión de 1873. La superación de esta crisis trae consigo la implantación de las bases del capitalismo actual, caracterizado por: la agudización de la competencia, el protagonismo del Estado y la profesionalización de la producción. Todo ello acompañado en el ámbito social por un considerable crecimiento económico y de la urbanización. Estos factores provocan un cambio en las costumbres y valores sociales, y en el ámbito de la política: la extensión del modelo democrático.
Todo este proceso posibilita la construcción de la Moderna Sociedad de Masas. Esta sociedad está compuesta por ciudadanos más valorados por su capacidad consumista que por su capacidad de votar.
La sociedad actual está dirigida y controlada por el sector económico: los ciudadanos no se caracterizan ni valoran por su capacidad de voto y sus derechos democráticos, sino por su capacidad económica; los gobiernos no son valorados por la defensa de los derechos fundamentales y la gestión armónica con el entorno que desarrollen de sus recursos, sino de la cercanía a los intereses de las empresas que realmente gestionan la política de cada país.
Vivimos en el imperio de las empresas transnacionales, en el imperio del capital. Esta es la era del neoliberalismo, que utiliza la cuartada del libre mercado como una estrategia para apropiarse de todo lo que le reporte poder y beneficios.
Aunque el ciudadano cuando se convoquen elecciones a la presidencia de su país crea con su voto va a elegir a un presidente con su equipo de gobierno esto no sucede así. El ciudadano, aunque no sea consciente, con su voto va a elegir a un grupo de poder económico para que determine el funcionamiento y las relaciones de su país con el resto de Estados. Más que elegir a un gobierno, la legitimidad democrática del voto del ciudadano hoy en día sirve para determinar en manos de qué gestor del poder económico se va a dejar el rumbo del país. Se pone a disposición de los intereses económicos de un grupo determinado todo el potencial y los recursos de un Estado. Ya que en la sociedad mundializada un Estado no es un conjunto poblacional con un territorio y unos recursos propios y con capacidad para gobernarse. En la sociedad de la mundialización un Estado es un elemento al servicio de los intereses económicos de los grupos de poder.
En referencia a la anterior idea se recoge en una declaración muy interesante del activista antiglobalización José Bové, en el documental “Voces contra la Globalización. Otro Mundo es posible”, en el capítulo “Los amos del mundo”: “La mundialización, que los anglosajones llaman Globalización, persigue reducir la capacidad de decisión de las poblaciones y de los individuos en cuanto a su futuro, que se decide en función de los intereses capitalistas de las empresas”.
Parece inaudito que los intereses de unos entes privados y concretos determinen el devenir de poblaciones enteras. Numéricamente las poblaciones ganarían las batallas, pero las posiciones geoestratégicas en la economía mundial es donde reside la fuerza, no en el número de entes físicos. En referente a esto, también en el documental “Los amos del mundo”, el escritor y politólogo Jean Zlegler apunta el siguiente dato: “ las 500 mayores sociedades transcontinentales privadas controlan el 52% del Producto Interior Mundial Bruto”.
La mundialización está encabezada por enormes empresas multinacionales, que se han convertido en las cuasi propietarias de enormes zonas del planeta y que no se conforman. El ansia de crecimiento de estas empresas es imparable, sus intereses son mundiales y se encuentran en constante intento de expansión por distintas zonas geográficas y áreas de negocios. Estas grandes fortunas, y los intereses de los países más desarrollados ahogarán la posibilidad de un mejor reparto en el mundo, que sería lo que más acorde estaría en función de los valores democráticos. Cualquier producto, mercancía o cuestión, por insignificante que parezca está en manos de las megaempresas, muchas de ellas con mayor potencial económica que muchas naciones del planeta.
Como se apunta en párrafos anteriores la mundialización hace que los gobiernos de las naciones estén determinados por los intereses y designios de las grandes compañías, ya no existen candidatos o partidos políticos que propugnen criterios ideológicos. En la actualidad, tras cualquier atisbo de propaganda política o ideológica hay una intencionalidad económica de las estructuras de poder. En las democracias actuales el gobierno de un país no se gestiona a base de ideología sino de intereses económicos. Como defiende Carlos Taibó, profesor de Ciencias Políticas, sería un pensamiento ingenuo pensar que las personas que encabezan formalmente los sistemas políticos tienen capacidad firma de decisión. Son las corporaciones económico-financieras las que operan en la trastienda y dictan las reglas del juego.
Es por esto que para los jefes de Estado dan tanta importancia a los indicadores bursátiles y los indicadores económicos, ya que estos datos determinarán el espacio que tienen para desarrollar las diferentes políticas en sus Estados: políticas fiscales, de empleo, de inversiones,…
Y en medio de esta historia de manipulación y control del poder por parte del poder económico se encuentran instituciones intergubernamentales que se ensalzan como la máxima vigía de los intereses democráticos y de los ciudadanos, como es el caso de la Unión Europea.
A este respecto es muy acertada la consideración del profesor Carlos Taibó, cuando afirma que para enfrentarse al estudio de la posición y el papel que juega la Unión Europea es muy importante “abandonar la distinción del modelo de capitalismo europeo, caracterizado por su condición social, y diferente del modelo americano, impregnado por la lógica de la competencia más feroz”. Esta división ya no es posible ya que durante décadas los países europeos han abrazado las políticas capitalistas americanas y ya es muy difícil diferenciarlas.
Pero a pesar de que existan instancias como la Unión Europea que supuestamente velan por los derechos de los ciudadanos comunitarios y pretende la común unión de los países miembros. Estas instituciones no han podido frenar la condena de muerte, que desde el sistema mundializado y neoliberalista en el que nos movemos, a la que se ha sentenciado a los servicios públicos. Los servicios públicos nacen con la iniciativa de proporcionar un bien o servicio al ciudadano, que se consideraba básico y por ello se le cedía con más facilidad. Pero este tipo de criterios ya no tienen cabida en el mundo de hoy y la sentencia es clara: si los servicios públicos no generan beneficios económicos, se privatizan para que sí los genere, aunque se viole la finalidad con la que nacieron, eso ya no importa.
Al mismo tiempo que existen organismos que pretenden velar por los intereses públicos y no lo logran. Existen organismos que velan por los intereses de los sectores de poder económico y sí consiguen desarrollar su tarea con bastante éxito. Es el caso del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, que son instituciones financieras que están fuera del control político democrático y que están al servicio de las grandes transnacionales. Su función es la de abrir las economías y ponerlas a punto para que las grandes empresas puedan llevar a cado sus pretensiones de poder.
Teniendo en cuenta que los organismos de gobierno, de organización social, de gestión de recursos… están puestos y existen por orden y voluntad del poder de las grandes empresas, sería ingenuo pensar que las empresas de comunicación se encuentran al margen de este baile de títeres que articulan los grupos de poder.
Los medios de comunicación son un elemento muy importante en el funcionamiento y asentamiento en el poder de los grandes conglomerados. Son el activo que les oculta aquello que no les conviene que se sepa, solapan aquello que hacen mal, condenan y desprestigian a quien quiera y cuando quieran. Los medios son una de las piezas más codiciadas en el juego de las ambiciones de poder.
Los medios están determinados por las empresas que lo sustentan. Cuando algo se antepone en los beneficios, principios o intereses de la empresa que está detrás los medios, como hijos fieles, tienen la única misión de encubrir o destruir en pro del bien de su empresa matriz. Ejemplo de esta idea es la historia narrada en la película “El Dilema”. El medio no puede ponerse en contra de la empresa matriz a la que pertenece o la empresa con la que tiene intereses, pero sí puede ponerse en contra de las personas, la moral, la profesionalidad. Cuando los intereses de la empresa están en juego nada de esto importa.
Pero la manipulación que desarrollan las grandes multinacionales en los medios de comunicación no se queda ahí. Los medios crean en la opinión pública la idea de realidad que a los poderosos le interesa que la población tenga. La población occidental no tiene una noción cierta del mundo en el que vive. Hay realidades a las que no puede acceder porque a las multinacionales no les conviene.
Es el caso de la comunicación en el mundo árabe. Como se muestra en el documental sobre Al Jazeera, hay todo un mundo árabe y de comunicación a la que gran parte del mundo no tiene acceso, ya que va en contra de los intereses de los grupos que manejan el mundo entero.
Como conclusión un pensamiento de José Saramago, premio Nobel de la Paz, que resume el espíritu de este ensayo y de los tres documentales a los que se refiere el mismo.
“Si los organismos internacionales que determinan toda la economía de un país, que hacen lo que quieren, no son democráticos. ¿Cómo podemos contentarnos, satisfacernos con esta democracia política, que sólo permite quitar un gobierno y poner otro?”
“¿Porqué los políticos no tienen la valentía de llegar ante sus conciudadanos , y confesarles que no son ellos quienes gobiernan, sino que están en forma de comisarios de los poderosos?”.