miércoles, 21 de noviembre de 2007

Cuando la espontaneidad de las intervenciones parecen planificadas

Durante la pasada Cumbre Iberoamericana, en Santiago de Chile, se vivieron momentos de tensión para la política exterior española. El altercado del Rey Don Juan Carlos con el presidente venezolano Hugo Chávez puede ser a la vez beneficioso y destructivo para estas dos figuras y para los países a los que representa.
En el caso de Don Juan Carlos la Cumbre y la provocación de Chávez vino en el momento perfecto para continuar, y hacer más público y notorio si cabe, la campaña de prestigio que desde un tiempo lleva desarrollando la Casa Real en torno a la figura del Rey.
A la guerra que Federico Jiménez Losantos le tiene declarada desde hace meses al monarca, incitándole o invitándole a que abdique, en la emisora de la Conferencia Episcopal. Hay que unirle la cadena de sucesos que en clave de desprestigio viene arrastrando la Casa Real. Desde la aparición de unas caricaturas en las que se ridiculizaba a los Príncipes de Asturias, publicadas por la revista “El Jueves”. Pasando por la quema de fotografías de los monarcas por parte de independentistas catalanes. Se llega al desprestigio y progresivo descrédito que en la opinión pública española se está gestando de la figura y funciones de los monarcas.
Con el objetivo de parar esta oleada antimonárquica que se estaba gestando, se concibe y se lleva a cabo una visita de los reyes a las ciudades de Ceuta y Melilla. A pesar de las buenas relaciones personales del Don Juan Carlos con Mohamed VI, y de la amistad española-marroquí, que Rodríguez Zapatero intenta construir desde el inicio de su mandato a golpe de inversiones y acuerdos. En lo que respecta a Ceuta y Melilla, Marruecos no considera una nación amiga a España, sino todo lo contrario: la invasora de dos ciudades que se establecen en el marco geográfico de su país.
Sin contemplar la delicada situación diplomática en la que el país se encontraba y de los esfuerzos llevados a cabo por el cuerpo diplomático para superar la crisis de Chad. Los Reyes se desplazaron hasta el continente africano para darse un baño de multitudes y proclamar la defensa que con su sola presencia hacen del espíritu español.
Esta visita de solo dos días ha supuesto la llamada a consultas del embajador marroquí en España. Pero parece que en el criterio de Don Juan Carlos es un precio razonable para una maniobra de consolidación de su cargo.
Conocido por todos es la trayectoria del Ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, como mediador y buen diplomático en conflictos internacionales de gran importancia, como el conflicto entre Israel y Palestina. Pero tal vez la pericia de los diplomáticos españoles no sea suficiente para solucionar los conflictos que el monarca va iniciando por donde pasa con su campaña de prestigio y defensa de lo español por parte de la Corona.
La Cumbre celebrada en Chile no iba a presentar ningún aspecto que no hubiera aparecido antes. Las acusaciones de Chávez hacia la persona de José María Aznar no son nada nuevo. Se han repetido en multitud de ocasiones. Sin embargo la Cumbre era un momento diferente. El Rey encontró en la verborrea del Presidente venezolano el pretexto perfecto para sacar en medio de la conferencia la gran labor que realiza defendiendo lo español.
Frente a uno de los dirigentes más problemáticos de Sudamérica, que pretende hacer una reforma a la Constitución de su país, que muchos tildan de poco constitucional. Frente a Hugo Chávez el Rey reacciona y lo manda a callar. Todo por hacer constar que es la figura en la que España tiene la máxima representación y la máxima defensa. Y a la vez, todo sin tener en cuenta que el país se encuentra en una difícil situación con Marruecos, que acaba de atravesar una crisis diplomática con Chad y que España tiene muchos intereses en Venezuela.
Desde la perspectiva de Hugo Chávez el incidente con Don Juan Carlos no es en principio perjudicial. Provocó y su provocación fue respondida, lo que le confiere mayor notoriedad frente a los países sudamericanos con los que comienza a mantener alianzas. Además la actitud del monarca español da pie a que Chávez le adjudique a España señas de autoritarismo, y de paso sacar el colonialismo, que para su campaña de revolución política le es muy favorable y crea empatía con las naciones y sectores indígenas sudamericanos.
Respecto a las relaciones entre los dos países. En un primer momento Venezuela tiene la palabra. Teniendo en cuenta que la dirección del país gira en torno a la persona de Hugo Chávez, queda bajo su criterio bloquear o dejar las actividades comerciales e industriales que España, y empresas españolas, mantienen con Venezuela.
Al igual que en el caso de Marruecos, le toca a la diplomacia española extender sus redes y mostrarse lo más diestro posible para poder restituir el equilibrio entre las dos naciones. Los intereses son muchos y muy diversos. Negocios bancarios, energéticos, acuerdos con otros países de la zona,… Toda una torre de naipes que con la intervención de Don Juan Carlos se tambaleó y que los obreros de las relaciones internacionales tendrán que remendar antes de que se note en la política interior.